Si mal no recuerdo, Orhan Pamuk soñaba de adolescente con tener una grande y vistosa, tan espectacular que pudiera posar junto a ella delante de los fotógrafos. Esa visión obscena se esfumó en cuanto los periodistas atravesaron la puerta, cuando él contaba con unos treinta y pocos años. Ahora, según dice, la idea de “cuanto más grande mejor” le resulta agobiante, afirmando incluso que le produce fastidio y rencor.1
George Orwell, apasionado de los grandes tamaños, se pasó al lado del ascetismo tras un periodo de duro trabajo. Eso de lucir tamaño, si no era acompañado de calidad, poco le interesaba.2
Hace unos días leí un artículo de un Jonah Falcon de la literatura. Al tipo se le notaba obsesionado con comprar libros, buscando un mayor tamaño de librería como si éste estuviera relacionado con la sabiduría de su dueño. Lo más sorprendente no era que hablara en términos de lectura sino de compra. No sé si me explico. En vez de decir: «Me quiero leer este libro», decía: «Tengo tal libro pendiente de comprar.»
No voy a negar que luzco un buen tamaño para mi edad. Tengo libros amontonados, en fila, dados la vuelta y en lugares insospechados. Sin embargo, ninguno de ellos está ahí sin haberse ganado ese lugar.
Disfruto con los libros que poseo porque todos ellos, al abrirlos o mirarlos, me transmiten la sensación que tuve cuando los leí por primera vez. Amontonar libros que no he leído me produce una sensación de malestar, parecida a lo que sentiría si amontonara piedras por la supuesta belleza del montón.
Tampoco voy a negar que algunos de los libros que tengo no los he leído. Pero ésos están medio escondidos para que no me recuerden lo irresponsable que fui al comprarlos sin realmente desearlos. Será más pronto que tarde cuando los deje abandonados a su suerte, por si algún lector exhibicionista los quiere para un aumento de librería.
Cada día me alejo más de la necesidad de poseer. He descubierto que con menos se vive mejor – siempre y cuando las necesidades básicas estén cubiertas – , incluso en un mundo donde se lucha por vivir rodeado de objetos. La libertad no reside en poder elegir entre una gama de productos, sino en poder rechazar todos.
Me gusta todo lo que dices. Por si te sirve de consuelo yo calculo que he leído el 85 ó 90 por ciento de los libros que tengo. Hace poco charlando con otros blogueros me acordé de la anécdota que me contó hace ya varios años, la Sra. de Giner, dueña de una librería que frecuentaba. Me parece que es divertida (aunque terrorífica a la vez) y tiene que ver con lo que cuentas: «Vino una señora muy bien vestida, miraba y miraba y no se decidía, entonces me acerqué para ver si podía ayudarla, respiró profundo y me soltó – Ay sí…, necesito 75 cm de libros de lomo bonito! -«
🙂 Una anécdota que encaja perfectamente con el título del post. Me recuerda a las típicas colecciones que venden y que nunca se leen.
Me alegro de que te alejes cada vez más de la necesidad de poseer. No caer en las trampas de la sociedad de consumo es difícil, sobre todo cuando se maneja pasta; pero se puede no caer. Yo soy feliz con mi móvil de 9 euros, al que no hago ni caso. En mi casa no entran zapatillas nike ni productos cuya mano de obra es de origen incierto. Me voy a dar un buen paseo con buenos amigos pero no paso por lo de ir a cenar (50 euros) con los «compañeros» del trabajo para celebrar hipócritamente no sé que navidad y fines de curso.
Sabiduría es lo que tienes, Diego.
Lourdes
Como yo no manejo no tengo problema jejeje. Lo que hablas el móvil…me pasa lo mismo: lucho por no subir de tarifa pese a que cada tres días mi compañía me llama para ofrecerme soluciones a problemas que no tengo. Es alucinante cómo nos hacen creer que necesitamos algo que en realidad es más un problema que otra cosa.
Genial Post, reconozco que yo tengo el mismo problema multiplicado porque además mi familia es toda como yo y hemos empezado a tener la casa de la playa llena hasta los topes jejeje. Para evitar el asunto yo he cambiado mis amados libros por la versión digital (no duele, probádlo) y he cogido todos mis libros buenos y los he empezado a regalar a gente que aprecio. ¿Para qué comprar un libro nuevo? Regala ese libro fenomenal que te encantó y que sabes que a tu amigo le encantará.
Estupendo Blog como siempre
Un saludo
Bitterblink
Lo cierto es que a mí me gusta el libro físico, el de papel. Lo que no soporto es que se almacenen sin sentido alguno. Pensándolo fríamente, lo práctico sería no tener libros pero, como he dicho, transmiten algo (como otro tipo de objetos) que hace que queramos guardarlos. Es curioso.
Muchas gracias por pasarte por aquí.
saludos
Mi biblioteca tiene dos limitaciones: me he fijado un tope de mil libros, así que de vez en cuando, entre sollozos, me desprendo de algunos. Y en mi cuarto de lectura instalé una estantería, mangada a mis hijos, cuya altura entre baldas es de 21 cms., que reservo para nuevas adquisiciones. Editoriales como Alfaguara me están vedadas por la altura de sus libros. Limitaciones culturales … Un saludo
Ahora entiendo por qué muchas de tus lecturas pertenecen a Anagrama…sus libros miden menos de 21 cm 🙂 Siempre podrás subir un poco la balda.
saludos Oe